miércoles, 11 de septiembre de 2013

Huellas de la historia en Sinaloa...



Independencia de México en las provincias de Sinaloa y Sonora
Conferencia sobre la Independencia de México en Huellas de la historia de Sinaloa en la
Biblioteca Gilberto Owen, Isic, Culiacán

Culiacán Rosales, 5 de septiembre de 2013



Deseo agradecer al Instituto Sinaloense de Cultura que, a través de la Lic. María de la Luz Villegas Yuriar, me ha hecho esta invitación para platicar con ustedes sobre un tema por demás interesante: La independencia de México. Quiero dedicar esta intervención a la Sra. Rina Cuéllar Zazueta, artista, historiadora y amiga sin par, quien enfrenta una terrible enfermedad que consume su vida.
Empezaré diciendo que las ideas son inmortales, que las ideas convertidas en ideales sociales son indestructibles y que en un momento dado, como puede ser la represión o la muerte de un líder social, puede detener su desarrollo, pero nunca será contenida para siempre.
Quiero preguntarles, ¿cuál es la fuerza más poderosa que mueve al hombre, a las muchedumbres, a las sociedades? ¿Será la lucha por el poder, la apropiación de la riqueza, el afán de alcanzar la fama para escribir su nombre en las páginas de la historia?
Los motores que han movido a la sociedad a lo largo de su historia, que transforman a los pueblos sometidos en poderosos volcanes que arrasan con el modo de vivir establecido en la incesante búsqueda de imponer nuevos modelos, son las palabras que nacieron en la mente de algún individuo y se desarrollaron hasta convertirse en los conceptos y categorías que han conmovido al mundo haciendo de ellos objetivos sociales ampliamente aceptados por los individuos que van contagiando a las sociedades hasta hacerlas capaces de luchar por lo que significan.
Por eso es que al tocar el tema de la independencia nacional tenemos que traer a esta mesa de análisis las palabras que, al igual que ayer, siguen causando temores a los detentadores de las fuerzas que persiguen el sojuzgamiento de los pueblos.

Para hablar de la independencia de México es necesario recurrir a la libertad y a la igualdad como pilares fundamentales en que se sustenta la capacidad para decidir el destino de nuestro pueblo.
La fuerza más poderosa, porque se mantiene viva, superándose constantemente porque habita en la conciencia de los hombres, es el ideal revolucionario, el cual la historia nos ha demostrado que no existe bala ni bomba capaz de aniquilarlo y que sólo es posible detenerlo, vencerlo momentáneamente, por medio de la traición.

La muerte de los idealistas revolucionarios no acaba con los ideales porque otros luchadores los retomaron, adoptaron, transformaron y superaron, asimilándolos a otros momentos y lugares.
Hablar de la independencia de México, de esta gran hazaña histórica que no termina, nos permite referirnos a dos momentos: Antes del 15 de septiembre de 1810 y después de esta fecha en que los mexicanos conmemoramos el inicio de la guerra de independencia.

Veamos que sucedió antes de esa fecha:
En 1767, Carlos III, Rey de España, expulsó a los jesuitas de sus dominios en un intento de imponer el poder absoluto sobre sus vasallos. Esta medida inició un proceso de transformación colonial tendiente a hacer del imperio español una entidad que recuperara su fuerza económica y su influencia política en las cortes europeas.

En 1776, las colonias inglesas en el continente americano proclamaron su independencia del imperio británico, marcando un ejemplo a seguir en los virreinatos españoles en el nuevo continente. Se dan su primera constitución y nombran un gobierno autónomo e independiente.
En 1783, el Rey de España, al firmar los Tratados de París, reconoció la independencia de las colonias inglesas en América y con este motivo el Conde Aranda le aconsejó que otorgara la independencia a los virreinatos, que colocara tres príncipes a la cabeza de México, Perú y las otras posesiones y que él se erigiera en emperador y cabeza de la familia reinante. Por fortuna, Carlos III no le hizo caso.

En 1789 el pueblo francés depone y decapita a su rey, establece un nuevo gobierno bajo la divisa de libertad, igualdad y fraternidad, convulsionando al mundo a tal grado que poco después Napoleón Bonaparte se transformó de un simple soldado en el emperador francés con amplio dominio sobre Europa y notable influencia en el destino de las colonias españolas en América.
En 1807 España, a través del Tratado de Fontainbleau, permite que las tropas francesas, en su pretendido paso a Portugal, se apoderen de las principales ciudades, estrategia que le permitió a Napoleón aprisionar a la familia real y obligar al rey a dimitir para llevar a Fernando VII al trono y obligarlo a renunciar para imponer a José Bonaparte en la silla reinante.

El 2 de mayo de 1808 el pueblo español se amotina contra los franceses reclamando la reimposición de sus reyes.
Casi cien días después, un mes después de los 70 a 75 días que tardaron en llegar las noticias de España a Veracruz, –los barcos tardaban ese tiempo para cruzar el Atlántico–, el Lic. Francisco Primo de Verdad y Ramos propuso al Cabildo Metropolitano del Virreinato de la Nueva España, la organización de un gobierno emanado de la soberanía popular, o sea nombrado por ellos como pueblo, dada la incapacidad de la familia real para ejercer el poder. Cuatro días después este Cabildo proclamó a Fernando VII Rey de España y legítimo gobernante de las colonias americanas.

El 27 de agosto, 18 días después que el Lic. Verdad y Ramos propuso la formación de un nuevo gobierno, la poderosísima Santa Inquisición, el brazo más temible de la jerarquía católica, rechazó la idea libertaria de Primo de Verdad declarándola herética.
Sin embargo, las ideas ya habían prendido en el espíritu de algunos hombres y el 31 de agosto don Jacobo Villaurrutia, Alcalde de Corte del Virreinato de la Nueva España, propuso que el cabildo Metropolitano convocara a una asamblea de diputados para formar un nuevo gobierno. El Virrey José de Iturrigaray simpatizaba con esta idea pero carecía de la fuerza necesaria para imponerla.

Ante la posibilidad de que esta situación se complicara más, Gabriel de Yermo a la Cabeza de un grupo contrario a estas ideas, ejecuta un golpe de estado contra Iturrigaray para garantizar la defensa de los intereses de los españoles y que no hubiese cambios en la vida colonial.
Todo esto pasaba en la capital de la Nueva España. Mientras tanto, en la península ibérica las cosas habían marchado de otro modo.

El 25 de septiembre se organizó la junta Central de Aranjuez para salvaguardar los derechos de la familia real al trono español.
Diez días después, en la cárcel de la Nueva España apareció ahorcado el Lic. Francisco Primo de Verdad, convirtiéndose en uno de los precursores de la independencia de la Nueva España.

El 28 de enero de 1809, la Junta de Sevilla reconoce el derecho de los americanos para participar en la Junta Central Gubernativa que mandaba en lugar del rey oponiéndose a los deseos de Napoleón Bonaparte.
Con base en estos acuerdos, el 4 de octubre el Consejo de Castilla en España aceptó a Manuel Lardizábal como miembro de este organismo, mas él nunca promovió la independencia de la colonia española en ultramar.

El 21 de diciembre de 1809 abortó la conspiración de Valladolid, hoy Morelia, donde participaron, entre otros personajes, José Manuel y Nicolás Michelena, Ignacio Allende y Mariano Abasolo.
En 1810, el 14 de febrero, el Consejo de la Regencia, organismo creado para ejercer el poder en ausencia de la familia real, invitó a los diputados americanos a formar parte de la redacción de la Constitución de Cádiz.

En la Nueva España, el 18 de mayo se publicó la convocatoria para elegir diputados a las Cortes de Cádiz, resultando electo el sacerdote Manuel María Moreno por las Provincias Internas de Occidente, o sea Sonora y Sinaloa, y Miguel Ramos Arizpe por las de Oriente, sobresaliendo por la contundencia de los argumentos de su pensamiento libertario.

El 24 de septiembre se instalaron las Cortes de Cádiz y el 24 de octubre decretaron la igualdad de europeos y americanos, acuerdo que tuvo un profundo e importante significado en la historia de México y de la humanidad.
Dejemos atrás la experiencia española y volvamos a la Nueva España.

En la parroquia de Dolores, antigua provincia de Guanajuato, el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, ex alumno jesuita, sacerdote ilustrado acusado de leer libros prohibidos que fueron traídos desde Europa, hombre que llegó a ser Rector del Colegio de San Nicolás en Morelia, promovió un movimiento popular para luchar por la independencia de la Nueva España bajo la bandera de ¡Viva Fernando VII y muera el mal gobierno!, refiriéndose al gobernante impuesto por la bota napoleónica en el trono español.
El 15 de septiembre de 1810, con el famoso grito de Dolores inicia un movimiento popular comandado por Hidalgo, Allende, Abasolo, Jiménez y muchos insurgentes más, que ofrendaron su vida por la liberación de la Nueva España.

Esta lucha se ha dividido en tres etapas para facilitar su análisis. En la primera se extiende el movimiento, aunque las desavenencias de Hidalgo y los militares, Allende sobre todo, no permitieron articular las fuerzas insurgentes, conduciendo a la derrota del contingente militar.
En esta etapa, el 6 de diciembre Hidalgo abolió la esclavitud en Guadalajara y al día siguiente comisionó a su pariente, José María González Hermosillo para que se trasladara a las Provincias Internas de Occidente, o sea Sinaloa y Sonora y propagara en ellas la lucha insurgente.

Acatando órdenes, el 22 de diciembre ataca el Real de Minas de El Rosario, lo toma a sangre y fuego a pesar de la huida del contingente realista y poco después ocupa la Villa de San Sebastián, hoy Concordia Heroica, donde permanece 40 días a pesar de las excitativas de Hidalgo de que tomara Cosalá, donde presumían la existencia de una fuerte cantidad de oro y plata.
Por fin, el ejército insurgente, integrado por cerca de 4,000 hombres, parte y al pretender tomar San Ignacio son derrotados por una partida de indios ópatas que desde Sonora acompañó al Brigadier Alejo García Conde, derrotando al contingente y obligando el abandono de pertrechos, víveres y la correspondencia donde encontraron las cartas que de puño y letra le envió Hidalgo ordenándole que diera muerte, con sigilo y en lugares aislados, a los oponentes a la lucha insurgente. Estas cartas fueron fatales en el juicio que le siguieron en Chihuahua al Padre de la Patria.

Sin embargo, no todos los insurgentes murieron. Pablo de Villavicencio, el famoso Payo del Rosario, quedó herido de una pierna que le obligó a cojear toda su vida; otros más al mando huyeron a la sierra de Badiraguato y allá los encabezó Apolonio García para ir a tomar la Villa de El Fuerte, la población más rica de la región. Este contingente salió en marzo de 1811, pasó por las cercanías de Badiraguato, Mocorito, Bacubirito, la Villa de Sinaloa, Ocoroni y al llegar a Mochicahui fueron derrotados por una escuadra realista al mando del Teniente Juan José Padilla.
Como podemos ver, en Sinaloa tenemos tres rutas:

La del contingente que envió Hidalgo al mando de González Hermosillo que cubrió Guadalajara, Rosario, San Sebastián –hoy Concordia- y San Ignacio.
La del contingente realista integrado por los ópatas, dirigido por García Conde, que salió del Pitic –Hermosillo– y sin pasar por los pueblos llegó a San Ignacio para derrotar a los insurgentes, y

La armada por los contingentes indígenas de la Sierra de Badiraguato en los pueblos de Morirato y Cariatapa, que fue a morir en Mochicahui rumbo a la Villa de El Fuerte.
Pero la lucha insurgente no acabó con la vida de Hidalgo, porque en el camino a Charo, pueblo de Michoacán, éste se encontró a José María Morelos, su antiguo alumno, instruyéndolo para que extendiera la lucha por la costa del sur, disposición que acató a costa de su vida. Organizó un contingente poderoso, se enfrentó y derrotó a las fuerzas realistas, soportó el sitio de Cuautla, tomó el puerto de Acapulco, hizo gobierno y nombró autoridades en los pueblos dominados y, más importante, al Congreso de Anáhuac para darle autoridad al movimiento unificando las fuerzas insurgentes.

Morelos convocó al Congreso de Anáhuac, reuniéndolo el 13 de septiembre de 1813 en Apatzingan y el 14 les dio a conocer el documento más importante de la historia de México hasta esa fecha: Los Sentimientos de la Nación, conjunto de aspiraciones populares que encarnaban el sentir del pueblo insurgente, convirtiéndose en la expresión jurídica de gran valor porque en él se reclamaba la libertad de los individuos y la igualdad social como base indispensable para establecer la independencia nacional. Aquí deseo enfatizar un hecho importante: Andrés Quintana Roo, diputado al Congreso de Anáhuac, fue secretario de Morelos y a él le correspondió dar forma gramatical al profundo sentir del Generalísimo convertido en Siervo de la Nación, de ahí el porqué uno de los estados mexicanos lleva su nombre, al igual que otros se llaman Guerrero e Hidalgo y la capital michoacana lleva el nombre de Morelia.
Morelos no luchó por traer a Fernando VII ni a ningún miembro de la familia real para que gobernase la Nueva España: Morelos luchó para declarar la independencia de la Nueva España y que en su pueblo se diera la forma de gobierno que mejor entendiera; él declaró a México libre e independiente de España. Sin embargo, no todo sale como lo pensamos.

Morelos, para salvar al Congreso, arriesgó su vida y fue detenido por los realistas; después de un largo proceso que le consumió la vida, sin abjurar a su pensamiento libertario, fue fusilado el 22 de diciembre de 1815, una vez que la mujer del Virrey Félix María Calleja parió sin problemas.
Los Sentimientos de la Nación son el sustento de la Constitución de 1824, donde México se hace república; la de 1857, liberal y nacionalista; la de 1917, revolucionaria y solidaria, que todavía nos rige, con algunas reformas.

Aquí en el Noroeste, en Tamazula, Durango, a fines del siglo XVIII nació un niño al que pusieron por nombre José Miguel Ramón Adaucto Fernández Félix, que andado el tiempo cambió por el de Guadalupe Victoria, el escribano de Morelos que cambió la pluma por la espada para cubrirse de gloria en la toma de Oaxaca. Victoria es un insurgente auténtico, invicto, que fue electo primer presidente de México en 1824 haciendo una gestión importante hasta entregar el poder en 1828. Su acción ejecutiva fue trascendente: Estableció relaciones diplomáticas con otros países, le dio asiento al Distrito Federal como sede de los poderes presidenciales, ordenó la recaudación fiscal, negoció la deuda contraída por los gobiernos anteriores y entregó el poder; después de un proceso electoral convulsionado, pero lo entregó.
Victoria, epiléptico, murió en 1846 ordenándole al médico que cortara su cuerpo en tres partes para que se enviaran: la cabeza a la ciudad de México, para que sus amigos y enemigos se dieran cuenta de su muerte; el tronco y los brazos, a Puebla, donde se encontraba lo que más amó en la vida y las piernas a Veracruz, en recuerdo de sus andanzas por la sierra exuberante que le permitió ganar y perder en la lucha por la independencia.

Con Guadalupe Victoria, el Noroeste cubre su cuota de personajes en esta etapa de la lucha por la independencia.
Como podemos ver, el ideal, la idea revolucionaria, la que pretende transformar el momento que vivimos para construir otro mejor, es una constante en la historia de la humanidad y desde luego, ni México ni Sinaloa son lugares de excepción.

Ahora bien, ¿cómo podemos mantener viva la flama de la libertad y la independencia nacional? ¿Somos realmente una nación libre e independiente? ¿Tomamos nuestras decisiones con plena autonomía?
Hoy que el Gobierno de la República ha puesto en marcha una reforma energética, ¿se está haciendo con libertad para garantizar nuestra independencia nacional o se esconde en sus argumentos el interés extranjero de apoderarse de la sangre negra que corre en el subsuelo nacional? Como vemos, garantizar la independencia, la libertad y el destino nacional es una tarea diaria, permanente, que no admite desvíos ni desvaríos.

Por eso la historia se convierte en una materia de estudio, porque en cada hecho histórico encontramos la enseñanza que requerimos para mantener nuestra independencia nacional. Si liberarnos del yugo español fue una gesta heroica, mantener la independencia nacional frente a los apetitos imperialistas es otra hazaña que nos corresponde realizar a las presentes generaciones.
De ahí que, para mantener la soberanía, la independencia y la libertad, tenemos la obligación de conocer la historia, de estudiarla con profundidad para corresponder a los esfuerzos libertarios de nuestros héroes que iniciaron la lucha hace poco mas de 200 años.
 
Nicolás Vidales Soto