Independencia
de México en las provincias de Sinaloa y Sonora
Conferencia
sobre la Independencia de México en Huellas de la historia de Sinaloa en la
Biblioteca
Gilberto Owen, Isic, Culiacán
Culiacán
Rosales, 5 de septiembre de 2013
Deseo agradecer al Instituto Sinaloense de Cultura que, a través de la Lic. María de la Luz Villegas Yuriar, me ha hecho esta invitación para platicar con ustedes sobre un tema por demás interesante: La independencia de México. Quiero dedicar esta intervención a la Sra. Rina Cuéllar Zazueta, artista, historiadora y amiga sin par, quien enfrenta una terrible enfermedad que consume su vida.
Empezaré diciendo que las
ideas son inmortales, que las ideas convertidas en ideales sociales son
indestructibles y que en un momento dado, como puede ser la represión o la
muerte de un líder social, puede detener su desarrollo, pero nunca será
contenida para siempre.
Quiero preguntarles, ¿cuál es
la fuerza más poderosa que mueve al hombre, a las muchedumbres, a las
sociedades? ¿Será la lucha por el poder, la apropiación de la riqueza, el afán
de alcanzar la fama para escribir su nombre en las páginas de la historia?
Los motores que han movido a
la sociedad a lo largo de su historia, que transforman a los pueblos sometidos
en poderosos volcanes que arrasan con el modo de vivir establecido en la
incesante búsqueda de imponer nuevos modelos, son las palabras que nacieron en
la mente de algún individuo y se desarrollaron hasta convertirse en los
conceptos y categorías que han conmovido al mundo haciendo de ellos objetivos
sociales ampliamente aceptados por los individuos que van contagiando a las
sociedades hasta hacerlas capaces de luchar por lo que significan.
Por eso es que al tocar el
tema de la independencia nacional tenemos que traer a esta mesa de análisis las
palabras que, al igual que ayer, siguen causando temores a los detentadores de
las fuerzas que persiguen el sojuzgamiento de los pueblos.
Para hablar de la
independencia de México es necesario recurrir a la libertad y a la igualdad
como pilares fundamentales en que se sustenta la capacidad para decidir el
destino de nuestro pueblo.
La fuerza más poderosa, porque
se mantiene viva, superándose constantemente porque habita en la conciencia de
los hombres, es el ideal revolucionario, el cual la historia nos ha demostrado
que no existe bala ni bomba capaz de aniquilarlo y que sólo es posible
detenerlo, vencerlo momentáneamente, por medio de la traición.
La muerte de los idealistas
revolucionarios no acaba con los ideales porque otros luchadores los retomaron,
adoptaron, transformaron y superaron, asimilándolos a otros momentos y lugares.
Hablar de la independencia de
México, de esta gran hazaña histórica que no termina, nos permite referirnos a
dos momentos: Antes del 15 de septiembre de 1810 y después de esta fecha en que
los mexicanos conmemoramos el inicio de la guerra de independencia.
Veamos que sucedió antes de
esa fecha:
En 1767, Carlos III, Rey de
España, expulsó a los jesuitas de sus dominios en un intento de imponer el
poder absoluto sobre sus vasallos. Esta medida inició un proceso de
transformación colonial tendiente a hacer del imperio español una entidad que
recuperara su fuerza económica y su influencia política en las cortes europeas.
En 1776, las colonias inglesas
en el continente americano proclamaron su independencia del imperio británico,
marcando un ejemplo a seguir en los virreinatos españoles en el nuevo
continente. Se dan su primera constitución y nombran un gobierno autónomo e
independiente.
En 1783, el Rey de España, al
firmar los Tratados de París, reconoció la independencia de las colonias
inglesas en América y con este motivo el Conde Aranda le aconsejó que otorgara
la independencia a los virreinatos, que colocara tres príncipes a la cabeza de
México, Perú y las otras posesiones y que él se erigiera en emperador y cabeza
de la familia reinante. Por fortuna, Carlos III no le hizo caso.
En 1789 el pueblo francés
depone y decapita a su rey, establece un nuevo gobierno bajo la divisa de
libertad, igualdad y fraternidad, convulsionando al mundo a tal grado que poco
después Napoleón Bonaparte se transformó de un simple soldado en el emperador
francés con amplio dominio sobre Europa y notable influencia en el destino de
las colonias españolas en América.
En 1807 España, a través del
Tratado de Fontainbleau, permite que las tropas francesas, en su pretendido
paso a Portugal, se apoderen de las principales ciudades, estrategia que le
permitió a Napoleón aprisionar a la familia real y obligar al rey a dimitir
para llevar a Fernando VII al trono y obligarlo a renunciar para imponer a José
Bonaparte en la silla reinante.
El 2 de mayo de 1808 el pueblo
español se amotina contra los franceses reclamando la reimposición de sus
reyes.
Casi cien días después, un mes
después de los 70 a 75 días que tardaron en llegar las noticias de España a
Veracruz, –los barcos tardaban ese tiempo para cruzar el Atlántico–, el Lic.
Francisco Primo de Verdad y Ramos propuso al Cabildo Metropolitano del
Virreinato de la Nueva España, la organización de un gobierno emanado de la
soberanía popular, o sea nombrado por ellos como pueblo, dada la incapacidad de
la familia real para ejercer el poder. Cuatro días después este Cabildo
proclamó a Fernando VII Rey de España y legítimo gobernante de las colonias
americanas.
El 27 de agosto, 18 días
después que el Lic. Verdad y Ramos propuso la formación de un nuevo gobierno,
la poderosísima Santa Inquisición, el brazo más temible de la jerarquía
católica, rechazó la idea libertaria de Primo de Verdad declarándola herética.
Sin embargo, las ideas ya
habían prendido en el espíritu de algunos hombres y el 31 de agosto don Jacobo
Villaurrutia, Alcalde de Corte del Virreinato de la Nueva España, propuso que
el cabildo Metropolitano convocara a una asamblea de diputados para formar un
nuevo gobierno. El Virrey José de Iturrigaray simpatizaba con esta idea pero
carecía de la fuerza necesaria para imponerla.
Ante la posibilidad de que
esta situación se complicara más, Gabriel de Yermo a la Cabeza de un grupo
contrario a estas ideas, ejecuta un golpe de estado contra Iturrigaray para
garantizar la defensa de los intereses de los españoles y que no hubiese
cambios en la vida colonial.
Todo esto pasaba en la capital
de la Nueva España. Mientras tanto, en la península ibérica las cosas habían
marchado de otro modo.
El 25 de septiembre se
organizó la junta Central de Aranjuez para salvaguardar los derechos de la
familia real al trono español.
Diez días después, en la
cárcel de la Nueva España apareció ahorcado el Lic. Francisco Primo de Verdad,
convirtiéndose en uno de los precursores de la independencia de la Nueva
España.
El 28 de enero de 1809, la
Junta de Sevilla reconoce el derecho de los americanos para participar en la
Junta Central Gubernativa que mandaba en lugar del rey oponiéndose a los deseos
de Napoleón Bonaparte.
Con base en estos acuerdos, el
4 de octubre el Consejo de Castilla en España aceptó a Manuel Lardizábal como
miembro de este organismo, mas él nunca promovió la independencia de la colonia
española en ultramar.
El 21 de diciembre de 1809
abortó la conspiración de Valladolid, hoy Morelia, donde participaron, entre
otros personajes, José Manuel y Nicolás Michelena, Ignacio Allende y Mariano
Abasolo.
En 1810, el 14 de febrero, el
Consejo de la Regencia, organismo creado para ejercer el poder en ausencia de
la familia real, invitó a los diputados americanos a formar parte de la
redacción de la Constitución de Cádiz.
En la Nueva España, el 18 de
mayo se publicó la convocatoria para elegir diputados a las Cortes de Cádiz,
resultando electo el sacerdote Manuel María Moreno por las Provincias Internas
de Occidente, o sea Sonora y Sinaloa, y Miguel Ramos Arizpe por las de Oriente,
sobresaliendo por la contundencia de los argumentos de su pensamiento
libertario.
El 24 de septiembre se
instalaron las Cortes de Cádiz y el 24 de octubre decretaron la igualdad de
europeos y americanos, acuerdo que tuvo un profundo e importante significado en
la historia de México y de la humanidad.
Dejemos atrás la experiencia
española y volvamos a la Nueva España.
En la parroquia de Dolores,
antigua provincia de Guanajuato, el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, ex alumno
jesuita, sacerdote ilustrado acusado de leer libros prohibidos que fueron
traídos desde Europa, hombre que llegó a ser Rector del Colegio de San Nicolás
en Morelia, promovió un movimiento popular para luchar por la independencia de
la Nueva España bajo la bandera de ¡Viva Fernando VII y muera el mal gobierno!,
refiriéndose al gobernante impuesto por la bota napoleónica en el trono
español.
El 15 de septiembre de 1810,
con el famoso grito de Dolores inicia un movimiento popular comandado por
Hidalgo, Allende, Abasolo, Jiménez y muchos insurgentes más, que ofrendaron su
vida por la liberación de la Nueva España.
Esta lucha se ha dividido en
tres etapas para facilitar su análisis. En la primera se extiende el
movimiento, aunque las desavenencias de Hidalgo y los militares, Allende sobre
todo, no permitieron articular las fuerzas insurgentes, conduciendo a la
derrota del contingente militar.
En esta etapa, el 6 de
diciembre Hidalgo abolió la esclavitud en Guadalajara y al día siguiente
comisionó a su pariente, José María González Hermosillo para que se trasladara
a las Provincias Internas de Occidente, o sea Sinaloa y Sonora y propagara en
ellas la lucha insurgente.
Acatando órdenes, el 22 de
diciembre ataca el Real de Minas de El Rosario, lo toma a sangre y fuego a
pesar de la huida del contingente realista y poco después ocupa la Villa de San
Sebastián, hoy Concordia Heroica, donde permanece 40 días a pesar de las
excitativas de Hidalgo de que tomara Cosalá, donde presumían la existencia de
una fuerte cantidad de oro y plata.
Por fin, el ejército
insurgente, integrado por cerca de 4,000 hombres, parte y al pretender tomar
San Ignacio son derrotados por una partida de indios ópatas que desde Sonora
acompañó al Brigadier Alejo García Conde, derrotando al contingente y obligando
el abandono de pertrechos, víveres y la correspondencia donde encontraron las
cartas que de puño y letra le envió Hidalgo ordenándole que diera muerte, con
sigilo y en lugares aislados, a los oponentes a la lucha insurgente. Estas
cartas fueron fatales en el juicio que le siguieron en Chihuahua al Padre de la
Patria.
Sin embargo, no todos los
insurgentes murieron. Pablo de Villavicencio, el famoso Payo del Rosario, quedó
herido de una pierna que le obligó a cojear toda su vida; otros más al mando
huyeron a la sierra de Badiraguato y allá los encabezó Apolonio García para ir
a tomar la Villa de El Fuerte, la población más rica de la región. Este
contingente salió en marzo de 1811, pasó por las cercanías de Badiraguato,
Mocorito, Bacubirito, la Villa de Sinaloa, Ocoroni y al llegar a Mochicahui
fueron derrotados por una escuadra realista al mando del Teniente Juan José
Padilla.
Como podemos ver, en Sinaloa
tenemos tres rutas:
La del contingente que envió
Hidalgo al mando de González Hermosillo que cubrió Guadalajara, Rosario, San
Sebastián –hoy Concordia- y San Ignacio.
La del contingente realista
integrado por los ópatas, dirigido por García Conde, que salió del Pitic
–Hermosillo– y sin pasar por los pueblos llegó a San Ignacio para derrotar a
los insurgentes, y
La armada por los contingentes
indígenas de la Sierra de Badiraguato en los pueblos de Morirato y Cariatapa,
que fue a morir en Mochicahui rumbo a la Villa de El Fuerte.
Pero la lucha insurgente no
acabó con la vida de Hidalgo, porque en el camino a Charo, pueblo de Michoacán,
éste se encontró a José María Morelos, su antiguo alumno, instruyéndolo para
que extendiera la lucha por la costa del sur, disposición que acató a costa de
su vida. Organizó un contingente poderoso, se enfrentó y derrotó a las fuerzas
realistas, soportó el sitio de Cuautla, tomó el puerto de Acapulco, hizo
gobierno y nombró autoridades en los pueblos dominados y, más importante, al
Congreso de Anáhuac para darle autoridad al movimiento unificando las fuerzas
insurgentes.
Morelos convocó al Congreso de
Anáhuac, reuniéndolo el 13 de septiembre de 1813 en Apatzingan y el 14 les dio
a conocer el documento más importante de la historia de México hasta esa fecha:
Los Sentimientos de la Nación, conjunto de aspiraciones populares que
encarnaban el sentir del pueblo insurgente, convirtiéndose en la expresión
jurídica de gran valor porque en él se reclamaba la libertad de los individuos
y la igualdad social como base indispensable para establecer la independencia
nacional. Aquí deseo enfatizar un hecho importante: Andrés Quintana Roo,
diputado al Congreso de Anáhuac, fue secretario de Morelos y a él le
correspondió dar forma gramatical al profundo sentir del Generalísimo
convertido en Siervo de la Nación, de ahí el porqué uno de los estados
mexicanos lleva su nombre, al igual que otros se llaman Guerrero e Hidalgo y la
capital michoacana lleva el nombre de Morelia.
Morelos no luchó por traer a
Fernando VII ni a ningún miembro de la familia real para que gobernase la Nueva
España: Morelos luchó para declarar la independencia de la Nueva España y que en
su pueblo se diera la forma de gobierno que mejor entendiera; él declaró a
México libre e independiente de España. Sin embargo, no todo sale como lo
pensamos.
Morelos, para salvar al
Congreso, arriesgó su vida y fue detenido por los realistas; después de un
largo proceso que le consumió la vida, sin abjurar a su pensamiento libertario,
fue fusilado el 22 de diciembre de 1815, una vez que la mujer del Virrey Félix
María Calleja parió sin problemas.
Los Sentimientos de la Nación
son el sustento de la Constitución de 1824, donde México se hace república; la
de 1857, liberal y nacionalista; la de 1917, revolucionaria y solidaria, que
todavía nos rige, con algunas reformas.
Aquí en el Noroeste, en
Tamazula, Durango, a fines del siglo XVIII nació un niño al que pusieron por
nombre José Miguel Ramón Adaucto Fernández Félix, que andado el tiempo cambió
por el de Guadalupe Victoria, el escribano de Morelos que cambió la pluma por
la espada para cubrirse de gloria en la toma de Oaxaca. Victoria es un
insurgente auténtico, invicto, que fue electo primer presidente de México en
1824 haciendo una gestión importante hasta entregar el poder en 1828. Su acción
ejecutiva fue trascendente: Estableció relaciones diplomáticas con otros
países, le dio asiento al Distrito Federal como sede de los poderes
presidenciales, ordenó la recaudación fiscal, negoció la deuda contraída por
los gobiernos anteriores y entregó el poder; después de un proceso electoral
convulsionado, pero lo entregó.
Victoria, epiléptico, murió en
1846 ordenándole al médico que cortara su cuerpo en tres partes para que se
enviaran: la cabeza a la ciudad de México, para que sus amigos y enemigos se
dieran cuenta de su muerte; el tronco y los brazos, a Puebla, donde se
encontraba lo que más amó en la vida y las piernas a Veracruz, en recuerdo de
sus andanzas por la sierra exuberante que le permitió ganar y perder en la
lucha por la independencia.
Con Guadalupe Victoria, el
Noroeste cubre su cuota de personajes en esta etapa de la lucha por la
independencia.
Como podemos ver, el ideal, la
idea revolucionaria, la que pretende transformar el momento que vivimos para
construir otro mejor, es una constante en la historia de la humanidad y desde
luego, ni México ni Sinaloa son lugares de excepción.
Ahora bien, ¿cómo podemos
mantener viva la flama de la libertad y la independencia nacional? ¿Somos
realmente una nación libre e independiente? ¿Tomamos nuestras decisiones con
plena autonomía?
Hoy que el Gobierno de la
República ha puesto en marcha una reforma energética, ¿se está haciendo con
libertad para garantizar nuestra independencia nacional o se esconde en sus
argumentos el interés extranjero de apoderarse de la sangre negra que corre en
el subsuelo nacional? Como vemos, garantizar la independencia, la libertad y el
destino nacional es una tarea diaria, permanente, que no admite desvíos ni
desvaríos.
Por eso la historia se
convierte en una materia de estudio, porque en cada hecho histórico encontramos
la enseñanza que requerimos para mantener nuestra independencia nacional. Si
liberarnos del yugo español fue una gesta heroica, mantener la independencia
nacional frente a los apetitos imperialistas es otra hazaña que nos corresponde
realizar a las presentes generaciones.
De ahí que, para mantener la
soberanía, la independencia y la libertad, tenemos la obligación de conocer la
historia, de estudiarla con profundidad para corresponder a los esfuerzos libertarios
de nuestros héroes que iniciaron la lucha hace poco mas de 200 años.